¡Ay, Yocasta,
. ya llegó tu Edipo!
Y mito a mito voy dejando
una estela atolondrada
de brillantes y riquezas
una que otra perla
para adornar la tiara
que corone su cabeza.
Pero no tengo tesoros
pa’ que brillen sus ojitos,
ni terruños ni caballos…
Pero eso sí:
negros me gustan los frijoles
y también le traigo bayos,
. ya ve,
. soy su lacayo.
Soy tan sólo un plebeyo
y ni tan bello, mi reina,
pa’ bellezas la tengo a uste’,
mi preciosa molinera,
mamasita panadera,
amasas masa con tus manos
y entre tus dedos pongo mi alma,
sí, mi alma y mi morralla.
Te pido pan y no me das,
nomás me das un hueso
que se me atora en el pescuezo,
. y con el queso
me escondes tu pan,
el jamón, el trigo y los besos…
Me das suspiros de solitario
na’más porque soy payo.
Ay, mi Reina cortesana:
nada le pides a Venus,
Hipólita, Meztli o Diana,
pero no me llamo Carlos
ni te tengo infidelidades
y no soy tu trovador
que te canta en trabalenguas.
Nomás traigo estos versos
. y una coronita
hecha con ramas de rosal,
con poquititas espinas
porque el amor a veces duele,
adornada con piedras de río,
. canicas,
. y brillos de pirita.
Sí, soy un idiota.
Tú no quieres mi corona
ni mis versos ni palabras;
tú no quieres una tiara,
nomás otro que te quiera.
Mi reina de las amazonas
domadora de las fieras,
audaz guerrera,
. hechicera.
Ya me voy, mi negra molinera,
ahí te dejo mi cosecha,
estos versos y una coronita,
trigo, harina y agua pa’ tu pan
y hasta me fusilo a un indio:
«Yo ti quero más que a mis ojos
manque mis ojos ti vieron».
Y mire todo lo que yo hago…
Yo me ofrezco,
. no me vendo,
. ¡me regalo!
Nomás pa decirle a su mercé:
«A vuestros pies, mi Alteza».
Nomás pa’ deciros, mi princesa:
«’Ton’s que mi Reina
. ¿a que hora sales al pan?».
—Coyoacán, 2002.