Eres tan egoista…
. Con tantos tristes en la calle,
. melancoholizándose con cerveza oscura,
. besos negados y piernas en renta…
. tú te atreves a negarme la entrada a su club.
Llegas,
. te instalas en mi sala,
. me preparas un sándwich
. de cariño, jamón y queso
y le cambias de canal a la tele
o te pones a bailar salsa frente a mí…
y yo me quedo con mis ganas de tristear,
sin ver el final de mi película
. y sin saber bailar.
Alguien debería explicarte
que yo vivía de mi depresión.
¿Nadie te pasó mi instructivo?
Recuerdo clarito que decía en la página 23:
«Consérvelo en un lugar triste
. para que siga escribiendo».
Y llegaste con tus drogas duras
. para animarme un ratito,
pero me quedé enganchado a tu merca.
(Estoy seguro de que también decía el manual
algo sobre mi personalidad adictiva)
¿Quién carajos te dio permiso
de volverte mi color favorito?
. Ahora sólo me dejas tus vacaciones
. para calmar mi necesidad de nostalgia
. y debo confesarte que me clavo
. extrañando tu voz.
Eres tan egoísta
. y yo sólo pienso en ti.
—Miauricio Jiménez, San Luis Potosí, 2007.